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miércoles, 5 de agosto de 2015

SER MUJER o ser hombre, TE DUELE: los costos de obedecer los mandatos culturales.

Adecuarnos a lo que se espera de un@ mism@ como mujer o como hombre -de ser y comportarse de "manera femenina o masculina- en esta cultura patriarcal es como invisibilizar y callar muchas de nuestras cualidades personales y por lo tanto recortarnos como personas a la mitad y esto DUELE. 



Duele cuando te dicen que tu audacia: no es femenina. Que ese deporte no es para mujeres. Que tu afirmación y asertividad, siendo mujer, fue percibida como muy agresiva. Que ser ambiciosa es ser masculina. Que negociar es ser mujer egoísta.

Si alguna vez habías escuchado o sentido esto es justo de lo que quiero hablar en este ensayo y es sobre los mandatos culturales que se vuelven deberes y obligaciones los cuales deben ser cumplidos y cuando no es así se tendrán que afrontar sus sanciones. 

Ana María Fernández, psicoanalista feminista, señala que existe un sufrimiento psíquico resultado de las imposiciones de estos mandatos de género y que representa el precio psíquico que las mujeres -y en su caso los hombres- pagamos por las limitaciones que implican dichos deberes culturales.

Marcela Lagarde, antropóloga feminista, señala que el lugar visible de las mujeres está reducido "a la sexualidad, a la inferioridad y a la minoridad. Por eso, cuando somos subsumidas en lo humano, se nos asigna como condición de género y contenido de vida personal ser-para-otros-y-de-otros". 

Así pues, cuando pensamos en nosotras mismas, nuestros metas y ambiciones resultamos para mucha gente como egoístas pues nuestro deber sería pensar primero en otros y no en nosotras mismas  y pagamos las sanciones de ser señaladas no sólo como egoístas sino como poco probables de ser elegidas como parejas de un hombre que espera tu abnegación. 

Abnegación, según la Real Academia de la Lengua Española es: sacrificio que alguien hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses, generalmente por motivos religiosos o por altruismo y agrego: por motivos de mandatos culturales de género en el que se espera que las mujeres seamos --naturalmente-- altruistas y no negociadoras. 

Se espera que los hombres sean --naturalmente-- asertivos y negociadores y cuando no lo son... son débiles. Pero cuando una mujer es negociadora, es decir, que sabe lo que quiere y cómo lo quiere, no es femenina y se percibe como agresiva indeseable y temida.


¿Quiénes aplicamos las sanciones? Nosotros todo@s!!!!! Sí, tanto hombres como mujeres somos los vigilantes de que nadie salga de la norma social:

Las mujeres también contra las mujeres mismas: Ya viste "ésta.. será la mujer de mi hijo -mi nuera- y no me gusta para él... es demasiado egoísta (afirmada) pues continuará haciendo su carrera aún después de casada...Debería dedicarse sólo a mi hijo.

o: ...Mi hija se casará con un mal hombre y no me gusta para ella : no la dejará continuar su carrera después de casados y mi hija está triste pero es tan buena mujer (abnegada) que ya aceptó:

 ¡¡¡tendrá sufrimiento de género y algún día esto explotará o implotará!!!


Así es!!!,  explotará pues los seres humanos no importando el sexo y el género asignado o elegido, tendemos a actualizar todos nuestros potenciales y estas limitaciones impuestas van desequilibrando nuestras relaciones con juicios y actos de opresión para quien están dirigidas hasta que ya no podemos seguir soportándolo y :

  1. pedimos ayuda, orientación psicológica, individual, de pareja o de familia para poder identificar, expresar nuestros sentimientos y necesidades con nosotros mism@s primero, luego con la pareja o con las personas que nos relacionamos. 
  2. o seguimos... y explotamos con los que nos rodean y muchas veces son los hijos, o los padres o en el trabajo...
  3. o implotamos, es decir, esa energía que no se expresó se vuelve contra sí mismo@ y nos enfermamos. 
Así pues, como escribí en un artículo en el libro La Intolerancia a lo Femenino: "La angustia de ser cada mujer" surge de las contradicciones entre nuestros deseos y esta realidad civilizatoria, los malestares cotidianos de las exigencias de inferioridad por pertenecer al género femenino,y las diferencias que cada mujer en su individualidad desea y necesita construir, van construyendo y manteniendo esta angustia: este sufrimiento de género llamado así por Ana María Fernández.

 Dice Celia Amorós, filósofa feminista, que emanciparse con respecto a -nuestra - situación de subordinación pasa necesariamente para las mujeres por un proceso en el que debemos poner en cuestión la diferencia genérica que nos ha sido asignada como una construcción --política, cultural, simbólica y agrego- psicológica- a la que no queremos estar sujetas y de la cual, en esa misma medida nos desidentificamos.

Para finalizar este pequeño escrito les diré que iré compartiendo y señalando realidades vividas en mi consultorio y en especial en producto de muchos años de experiencias con grupos de mujeres en psicoterapia individual y de grupo.
Estas experiencias me han permitido vivir y mostrar la experiencia de las mujeres en sus proceso de conciencia con otras mujeres como una condición que posibilita la expresión y elaboración del sufrimiento de género.

Conocer y confrontar las maneras en que los mandatos culturales de obediencia-sanción están tejidos consciente e inconscientemente en nuestros discursos y por lo tanto subrayar y reconocer una aproximación psicoterapéutica con enfoque de género para el tratamiento de las demandas de cura de cada paciente y de cada grupalidad de mujeres y también de los hombres. 

Maryamparo De la Vega Morell
www.maryamparodelavega.com